Claudia Masferrer conversa con Daniela Gleizer (Instituto de Investigaciones Históricas de la UNAM) sobre el exilio judío en México. Platican sobre la manera en que éste muestra la política inmigratoria mexicana y matiza la narrativa de México como país de “puertas abiertas”.
Estudiar la experiencia del exilio judío del nazismo en México abre la posibilidad de dialogar sobre varios temas. En primer lugar, sobre el fuerte cambio que sufrió la política inmigratoria mexicana a principios del siglo XX, al pasar de ser una política de “puertas abiertas” en la década de 1920, a una de puertas “casi cerradas” en las décadas de 1930 y 1940.
En segundo lugar, permite hablar de la historia del racismo en México. Los cambios experimentados en la política inmigratoria se debieron fundamentalmente a la introducción de criterios de selectividad racial, a partir de los cuales los extranjeros fueron clasificados en “asimilables” o “no asimilables” a la población mexicana, categorías que fueron sinónimos de “deseables” o “indeseables”. A las ideas raciales se sumaron criterios religiosos, profesionales y políticos que prohibieron la entrada a un gran número de extranjeros al país, entre ellos los judíos. Dos circulares confidenciales emitidas por la Secretaría de Gobernación en 1933 y 1934 hacen el recuento de la larga lista de nacionalidades o grupos étnicos cuya entrada al país estaba prohibida.
En tercer lugar, el tema es interesante porque está lleno de paradojas –o aparentes paradojas– ya que al mismo tiempo que se cerraron las puertas al exilio judío, se abrieron para otros dos grupos de refugiados. El primero, el de los intelectuales y perseguidos políticos del nazismo y el fascismo (grupo conformado por entre 100 y 300 personas, al que la historiografía alude como “el exilio germano-parlante”); el segundo fue el de los refugiados de la guerra civil española, a quien el presidente Lázaro Cárdenas (1934-1940) había ofrecido ayuda desde 1937, incluso antes de acabada la guerra. Mientras el país recibió cerca de 20,000 republicanos españoles a partir de 1939, sólo 2,000 refugiados judíos fueron admitidos durante los 12 años de nazismo (1933-1945). La comparación entre estos casos ilustra de manera clara el hecho de que un mismo gobierno, en un mismo momento, y con mismos funcionarios en el poder, puede asumir posturas muy distintas frente a cada grupo que solicita asilo. La respuesta dependerá de cómo se conceptualiza al grupo en cuestión, cuáles han sido las relaciones tenidas con cada uno de ellos, y de las presiones internas y externas para recibirlos, o para cerrarles la puerta.
Por último, la experiencia del exilio judío permite matizar la imagen de México como país de puertas abiertas, una imagen que ha probado tener una fuerte impronta en la memoria colectiva, pero que sólo se basa en las experiencias positivas de asilo, dejando de lado otras experiencias que, al ser consideradas, permiten tener una imagen mucho más completa y compleja de la historia migratoria mexicana.
Gleizer, Daniela, El exilio incómodo. México y los refugiados judíos, 1933-1945, México, El Colegio de México/UAM-Cuajimalpa, 2011.
Gleizer, Daniela, “Dos exilios, una memoria y un olvido”, Letras Libres, julio, 2019.
Daniela Gleizer es investigadora del Instituto de Investigaciones Históricas de la UNAM, y docente en la licenciatura y en el posgrado en Historia de dicha universidad. Sus líneas de investigación giran en torno a la relación entre el Estado y los extranjeros en México, y a la historia de la inmigración judía al país. Es miembro del Sistema Nacional de Investigadores y de la Latin American Jewish Studies Association, y es investigadora afiliada del Center for Advance Genocide Research de la University of Southern California. Ha sido reconocida con diversos premios por su trabajo.