Claudia Masferrer conversa con Pablo Yankelevich (Centro de Estudios Históricos de El Colegio de México) sobre las coordenadas históricas que explican la existencia en México de leyes migratorias restrictivas. Platican sobre cómo esas normas a menudo se soslayan por convivir con políticas de asilo generosas para perseguidos políticos.
Autorizar o prohibir el ingreso de extranjeros al territorio nacional define procesos que ensanchan o restringen la dimensión de las comunidades políticas y fijan las fronteras culturales y políticas entre nacionales y extranjeros.
México constituye un caso paradójico en estos asuntos. Se trata de una nación en la que fracasaron todos los intentos por promover políticas de inmigración a gran escala. El país nunca recibió corrientes significativas de inmigrantes; sin embargo, en las primeras décadas del siglo XX instituyó una de las políticas migratorias más restrictivas del continente. El volumen de extranjeros siempre ha sido minúsculo en el total de la población nacional (menos del 1%) y las más fuertes restricciones se establecieron en momentos en que la cantidad de mexicanos que emigraban a Estados Unidos superaba con creces a la de extranjeros que llegaban al país; entonces ¿cuál fue el sentido de restringir la inmigración? En una nación tan lacerada por prejuicios étnicos y con políticas estatales que muy tempranamente condenaron la discriminación racial, ¿cómo explicar la potente radicalización de las normas que regularon la inmigración y la naturalización? La regulación de la inmigración obliga a un esfuerzo estatal para controlar y documentar los flujos migratorios. ¿Qué tipo de agencias y agentes conformaron y participaron en el diseño institucional de la gestión de la migración internacional? Si los volúmenes de inmigrantes nunca fueron significativos en términos demográficos, ¿es posible pensar que las políticas migratorias estuvieron impregnadas sobre todo de percepciones y valoraciones de naturaleza política y cultural?
Responder a estas preguntas obliga a tomar en cuenta una serie de vectores sobre los que giraría la conversación. Entre ellos, la voluntad de las elites dirigentes a lo largo del siglo XIX, de convertir a México en un espacio de recepción de migraciones masivas y las razones de su fracaso; la significación de la emigración de mexicanos a Estados Unidos en el diseño de las políticas migratorias; una memoria colectiva alimentada de recuerdos en torno al papel que los extranjeros jugaron en la historia nacional; el llamado nacionalismo revolucionario como matriz de las políticas estatales en el siglo XX y su impacto en las políticas migratorias; la existencia de un fuerte marcador racial en el diseño de esas políticas; el papel que desempeñó la corrupción en el diseño político e institucional para la gestión de migración y; por último, como excepción a las normas migratorias, la política de asilo y refugio. Estos marcadores pueden iluminar la compresión de la historia de las políticas migratorias y explicar que se trató de fenómenos no masivos, resultado de un permanente goteo de llegadas individuales y de reducidos casos de experiencias planificadas, al amparo de iniciativas de colonización agrícola que permitieron la formación de comunidades de inmigrantes integradas por millares de personas en una nación con millones de habitantes. Comunidades exiguas en sus dimensiones cuantitativas, aunque con elocuentes pesos cualitativos.
Pablo Yankelevich es doctor en Estudios Latinoamericanos por la Universidad Nacional Autónoma de México. Es director del Centro de Estudios Históricos de El Colegio de México, también es miembro de número de la Academia Mexicana de la Historia, miembro regular de la Academia Mexicana de Ciencias y miembro del Sistema Nacional de Investigadores, nivel 3. Es director de la Colección Historias Mínimas de El Colegio de México. Sus campos de especialización son: historia política de América Latina contemporánea, historia de la Revolución Mexicana, historia de los exilios y los refugios políticos en América Latina, e historia de migración en México. Ha sido acreedor de diversos premios nacionales e internacionales, entre ellos el Howard F. Cline Book Prize in Mexican History y el Francisco X. Clavijero a la mejor investigación histórica. Es autor de más de un centenar de artículos en revistas y capítulos en libros.